En principio, este es uno de los principales factores que debemos tener en cuenta. Después de todo, está influenciado por los tres procesos de transmisión de energía térmica:
Conducción: ocurre cuando dos cuerpos, con diferentes temperaturas, entran en contacto directo. Por lo tanto, el más caliente le da energía térmica al más frío. Así, ambos se encuentran al mismo valor, alcanzando el equilibrio térmico. Suele ocurrir cuando las estructuras de los edificios entran en contacto con el suelo y las masas de aire.
Convección: ocurre cuando el aire caliente entra en contacto con el suelo. Por lo tanto, cuando la masa de aire se calienta, se vuelve menos densa y se dirige hacia arriba. Luego, el aire más frío desciende y esto hace que el calor ambiental se mueva. En la naturaleza, este fenómeno es responsable de la formación de vientos.
Radiación: ocurre en días calurosos y brillantes. Los rayos de energía agitan las moléculas y aumentan la temperatura de las superficies. Este factor es responsable de hasta el 90% de la transferencia de calor en los edificios. Debido a esto, el bloqueo eficaz de la radiación depende de un aislante.
Humedad: esta es la humedad relativa del ecosistema. Por lo general, en invierno es menor. A diferencia de lugares con mucha producción de vapor y lluvia, donde la humedad es alta.
Independientemente, un contenido de humedad considerado cómodo debe permanecer entre el 40% y el 80%.
Sin embargo, es posible controlar la humedad de los ambientes, ya sea con estrategias estructurales o con equipos. En el primer caso, es posible con un buen sellado e impermeabilización de superficies. El segundo se puede solucionar fácilmente con humidificadores, que liberan vapor de agua a los ambientes.
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